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Home Office, la apuesta de las nuevas generaciones. Parte III: Lo feo


El desarrollo de los mercados y las industrias nunca es bienvenido sin considerar los altibajos que los acompañan. Esto es, en su totalidad, el proceso normal del cambio: pre- contemplación, contemplación, preparación, acción y mantenimiento. Sin embargo, cada cambio camina de la mano con la resistencia al mismo donde se ve afectada su zona de confort.


Así como la automatización de procesos en la revolución industrial reemplazó la mano de obra por máquinas, ahora el fenómeno “home Office” reemplaza los espacios formales por casuales donde la flexibilidad laboral se convierte en protagonista de la producción y sostenibilidad económica. Con el acceso a información de manera digital y en tiempo gracias a las plataformas digitales masivas, ahora no necesitamos a los periódicos matutinos o el programa radial para mantenernos informados de hechos relevantes en tiempo real. La comunicación se ha vuelto tan accesible, que ahora vemos la proliferación de espacios casuales de encuentros formales: cafés, restaurants, plazas, parques, ciber- cafés, casas… incluso, con la inmediatez del móvil, ahora fácilmente se pueden recibir y responder correos mail y atender reuniones virtuales mediante dispositivos móviles con acceso al internet.


Esta visión tan globalizada y conectada no viene sin ser acompañada por los efectos negativos y contraindicaciones propias del mismo desarrollo que representa. Por una parte vemos a las nuevas generaciones navegando hacia el horizonte del desarrollo de la digitalización, acercándonos cada vez más a un mundo donde, sin internet, no hay futuro. Por otro lado, vemos al grupo de retirados quienes, a pesar de desconocer el alcance e impacto de las nuevas herramientas, nunca podrán ser llamados obsoletos debido a su alta riqueza de conocimiento y enseñanzas claves para el actual avance.


Y es acá que nace la tercera parte de este segmento. Los riesgos que afronta la economía, el desarrollo y las nuevas tendencias laborales a las que, forzosamente, nos vimos obligados a lanzarnos y convivir:

  • El rápido desarrollo de la digitalización. Muchas de las plataformas que, los ahora adultos mayores, se vieron en la faena de aprender se encuentran obsoletas. Las primeras redes sociales a inicios del 2000 y los servicios de mensajería digital, los aparatos (celulares Black Berry, “Vipper”, “Walkie- Talkies”, entre otros) que fueron la piedra angular del mundo que ahora conocemos.

  • El acceso a la conectividad de internet. Si bien nos resulta inconcebible el mundo actual sin el internet, es de considerar que hace 20 años era el mundo que conocíamos y la comunicación más rápida (aunque de altos costos) era el fax. Sin embargo, en muchos países del tercer mundo y Latinoamericanos, el acceso a internet sigue siendo limitado, cerrando las puertas al teletrabajo, así como al desarrollo personal, académico y laboral.

  • Seguridad de data. Desde que la conectividad se ha convertido en el pan de cada día y los teletrabajos se pueden realizar en redes abiertas, los filtros de seguridad se han multiplicado con la misma rapidez exponencial que los hackers. Mientras antes la información se consideraba salvaguardada en un armario, ahora las empresas dedican miles a la protección de datos de todos sus stakeholders.

  • Oferta laboral en crecimiento. Las únicas herramientas necesarias para el teletrabajo son: computadora e internet. Con la creciente oferta (y demanda) de un lugar flexible de trabajo, muchos profesionales optan por sandalias, bermudas y camisetas en vez de corbatas, trajes y zapatos. Las empresas ahora se ven en la faena de desarrollar otro tipo de incentivos y/ o beneficios que aumenten la retención de personal así como la identidad laboral.


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